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jueves, 17 de marzo de 2011

Entérate de grandes historias de amor en la literatura

El amor se ha ganado un sitial protagonista en la literatura. Descubre aquí grandes historias de amor universal.

Occidente heredó el día de San Valentín de una antigua festividad romana que se celebraba cada 15 de febrero, llamada Lupercalia, en la que sacerdotes paganos azotaban a la gente con tiras mojadas en la sangre de animales sacrificados. Se suponía que tales azotes ayudaban a la fertilidad.
Con el correr de los años, en 494, el papa Gelasio prohibió esta festividad pagana sustituyéndola por el 14 de febrero, fecha en la cual murió martirizado un cristiano llamado Valentín, en 270 d.C. Para nosotros se trata simplemente del día de los enamorados.

Al contrario de la amistad, que necesita del concurso de dos individuos, al amor le basta con el trabajo de uno solo para declararse, el enamorado. La literatura nos proporciona elementos de sobra para graficar las diversas artimañas que tiene el amor para apoderarse del corazón de las personas.
El primer gancho puede ser físico, como en el caso de Romeo y Julieta, que quedaron flechados sin siquiera conocerse. La pasión de Circe por Odiseo también tenía que ver con la apariencia, si damos crédito al relato de Homero: esta hechicera llegó a convertir a los compañeros de Odiseo en cerdos para mantener al héroe a su lado. A muchas millas de allí esperaba Penélope, ícono de la fidelidad amorosa. Hay casos en que la apariencia física simplemente carece de importancia, de eso da fe la leyenda que se ha tejido en torno a la figura de Jaufré Rudel, poeta franco del siglo XII que dedicó su vida a componer canciones para la condesa de Trípoli, a quien sólo pudo ver cuando estaba moribundo.
No son raros los casos en que el amor termina mal. En La Eneida, Dido se suicida cuando se entera de la partida de Eneas. Trsitán muere en los brazos de Isolda. Pero otros hacen crecer a las personas. Uno de los ejemplos más antiguos de amor que se haya descrito es el del poema épico asirio Gilgamesh. Aquí leemos cómo Enkidu, un hombre fortísimo enviado a la Tierra para lidiar con Gilgamesh, permanece entre las bestias hasta que es humanizado por el amor de una cortesana.
Mitad historia, mitad literatura, Cleopatra tenía una manifiesta debilidad por los generales romanos, que llevó su reino a la ruina. En su caso podría decirse que el flechazo del amor tenía ribetes socioeconómicos, tal vez. Y no será difícil encontrar historias de amor en la historia reciente: Gala y Salvador Dalí, Yoko y Lennon, y así, los ejemplos abundan.

Aquí tienes cinco historias de amor escogidas de entre lo más granado de la literatura. Casi todas son bastante trágicas, por desgracia. Haz lo posible por amar sin aspavientos y enamórate de una persona tranquila; así nadie tendrá la ocurrencia de hacer de tu vida privada una novela. Mejor llorar escuchando las historias de terceros que la tuya propia, ¿o no?

Afrodita y AdonisAfrodita descubrió a Adonis recién nacido y lo confió a Perséfone, señora de los muertos, para que lo cuidara. Cuando Adonis creció ambas diosas se enamoraron del joven, pero este se decidió por Afrodita. Despechada, Perséfone se lo contó a Ares, dios de la guerra y amante de Afrodita. Este en un arranque de celos éste se transformó en jabalí sabiendo que Adonis era aficionado a la caza, y le dio muerte a dentelladas. Pobre Adonis, consolémonos pensando que es sólo una historia. La literatura y el arte abundan en representaciones de este romance.
Helena y Paris
Éride, diosa de la discordia, no fue invitada a la boda de Peleo y Tetis (que luego serían padres de Aquiles, héroe de la Íliada). Para vengarse dejó caer una manzana de oro con la inscripción: "para la más bella". Surgió al instante una discusión para decidir cuál de las diosas presentes debía quedarse con la manzana. Eligieron al mortal Paris para dirimir el conflicto, en atención a su imparcialidad. Las tres diosas finalistas: Hera, Atenea y Afrodita, intentaron sobornarlo; una lo consiguió.
Hera le dijo: te haré señor de toda el Asia y el hombre más rico del mundo.
Por su parte Atenea le ofreció volverlo victorioso en todas sus batallas y el hombre más bello y sabio del mundo.
Tocó el turno a Afrodita, quien le dijo: te daré a la mujer más bella del mundo (Helena de Esparta).
Nada de tonto, Paris declaró a favor de Afrodita, granjeándose automáticamente el odio de las otras dos diosas. Se las arregló para asistir al palacio de Menelao, rey de Esparta y esposo de Helena. Helena no estaba muy enamorada que digamos de su esposo y se dejó seducir por Paris, quien además contaba con el poderoso auxilio de la diosa del amor. Juntos partieron a Ilión (Troya); y el resto es historia.
Tristán e Isolda
Tristán recibe por encargo de su tío Mark, rey de Cornualles, la misión de buscar a Isolda para contraer nupcias con ella. El rey ignora que Tristán fue sanado por ella tiempo atrás, estando gravemente herido nada menos que por el hermano de la princesa, a quien él mismo dio muerte (¡qué enredo: una auténtica teleserie!).
Tristán está enamorado de Isolda pero la lealtad que ha jurado al rey puede más que sus sentimientos. Por su parte Isolda ama a Tristán en secreto y no puede creer que éste la lleve por la fuerza a desposarse con Mark. Concibe entonces la idea de suicidarse junto a Tristán y sin que este lo sepa, lo invita a compartir una copa de vino que será previamente contaminada con un veneno mortal. Empero, su dama de compañía en un esfuerzo desesperado por impedirlo, a última hora toma cualquier pócima al azar, eligiendo una situada al lado del veneno: es una poción de amor.
Inmediatamente después los héroes de la historia, que ya estaban enamorados el uno del otro, caen víctimas de un amor infinitamente más profundo. Isolda se casa con Mark y se ve con Tristán a escondidas. Tristán, traicionado por uno de los cortesanos y descubierto por el rey, se deja herir en un duelo a espada. Llega moribundo a su patria. Isolda acude a reunirse con él, Tristán muere en sus brazos, y ella muere de amor. Esta es una de las muchas versiones de la leyenda de Tristán e Isolda. El Medioevo está lleno de estas historias trágicas.
Jaufré Rudel y la condesa de Trípoli.Jaufré Rudel fue un famoso poeta y cantor del siglo XII (en aquella época la música y la poesía no se concebían por separado). Era príncipe de Blaye, una región ubicada en lo que hoy es la costa francesa que da al Atlántico, en el sur del país. Pues bien, Jaufré se enamoró perdidamente de una mujer a la que no había visto jamás, sólo tras escuchar lo que se decía de ella, y pasó su vida escribiéndole canciones. Estas canciones eran entonadas por juglares y trovadores en los castillos europeos (no existía la radio). Sabiendo que su amor vivía en la ciudad de Trípoli, situada en los territorios conquistados por los francos durante la primera cruzada, decidió embarcarse en la segunda cruzada (1147-49) para estar más cerca suyo. Pero enfermó durante el viaje y llegó moribundo a Trípoli. Una vez allí fue conducido a un albergue y dado por muerto. La condesa acudió a visitarlo. En su presencia él recuperó el sentido, y tras besarla, murió. Ella, profundamente apenada, decidió encerrarse en un convento.

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